En una oscura ciénaga

Los recuerdos corren deprisa dentro de su cabeza. Van arriba y abajo en una autovía de doble carril. Él no deja de dar vueltas en la cama y las sábanas se enroscan a su cuerpo como una serpiente que lo estrangula y se pegan a su piel, húmedas. Mientras la lluvia golpea insistentemente la ventana de su habitación, él se niega a dar la cara al mundo. En medio de su desesperación, suena el despertador y cuando consigue liberar una de sus manos de la prisión que él mismo ha construido sobre su colchón, lo estampa con fuerza contra la pared. Ya no le molestará nunca más. 

Por fin, decide ponerse en pie. Empieza el tedioso viaje de cada día. Aquel que transcurre por una callejuela que va directa a la parada del autobús. El mismo vehículo que lo transporta lentamente hacia un destino que consume su sangre, día tras día.

Sentado en el decrépito asiento, retumba en su memoria la época luminosa en que eran amantes, los días en que él tenía una razón para despertar cada mañana y saltar de la cama con alegría. Ella, sentada cinco asientos por delante del suyo, no le dirige la palabra. No puede disimular, aunque lo intenta, que su vida también está ahogada en la misma ciénaga oscura en la que él se hunde sin remedio. 

Ilustración: pixabay.com

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