Un café muy deseado

Quedé con ella hace un par de días. Llegué pronto. No tenía nada más que hacer. Me senté en una mesa con vistas privilegiadas a la puerta principal para ser testigo de su entrada. No quería perderme ni un detalle, después de tanto tiempo sin verla. 

Ella llegó un poco tarde, acelerada. La vi aparecer por la puerta y enseguida me puse nervioso. El sol de media tarde iluminaba su larga cabellera negra ondulada y le proporcionaba un halo a su alrededor. Entró en la cafetería como un torbellino. 

Venía de realizar una entrevista a un señor que fabrica nidos de pájaros de madera para especies en peligro de extinción. O algo así, porque casi no podía escucharla intentando retener ese instante en mi memoria. Llegó ella y lo llenó todo. Para mí, no había nada más en aquella cafetería, ni en toda la ciudad. Ella, con sus ojos brillantes, sus labios carnosos y una pasión desbocada que ponía en todo lo que hacía. 

Cuando me levanté para saludarla, ella me abrazó. Tuve que reprimir mi deseo de abrazarla para siempre. 

Foto: Pixabay


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